Se ha convertido en la nueva estrategia retórica de los editores AAA: ya no discutimos las ventas, sino que nos referimos a «jugadores». Cuando Bethesda presume orgullosamente que DOOM: The Dark Ages ha sido jugado por tres millones de personas, los observadores experimentados arquean una ceja. Porque «jugar» no es lo mismo que «comprar», y en una industria donde las cifras hinchadas a veces sirven como información engañosa, merece la pena cuestionar cuántos han gastado realmente los €70 solicitados para sumergirse en esta nueva cruzada infernal. Según Alinea Analytics, de estos tres millones de «jugadores», solo 800.000 han comprado realmente el juego. Menos de un millón de copias vendidas para DOOM es destacable dado el significado histórico de la franquicia en el género FPS. En detalle: 400.000 ventas en Steam, 200.000 en PlayStation 5 y 200.000 en Xbox. El resto se puede atribuir a Game Pass, con 2,2 millones de jugadores accediendo a través del servicio de suscripción de Microsoft. Sin embargo, al considerar el retorno financiero de la inversión para un título AAA de alto presupuesto, estas figuras de suscripción no reflejan directamente los ingresos generados por las ventas.
La firma Ampere Analytics propone una distribución ligeramente diferente pero llega a la misma conclusión: 500.000 jugadores en PS5, más de dos millones en Xbox, combinando ventas y suscripciones de Game Pass. El problema sigue siendo el mismo: muchos juegan, pocos compran. Entre las grandes figuras y los trucos publicitarios, surge una realidad: el modelo económico de los juegos AAA es inestable. Game Pass proporciona comodidad para jugar sin un gasto significativo, pero para los estudios, representa un riesgo, especialmente cuando la mayoría de los jugadores utilizan la suscripción para probar antes de comprar. Al centrarse en la cantidad en lugar de la calidad, ¿no existe el riesgo de convertir franquicias legendarias en simples productos promocionales?